Fui una de esas adolescentes a las que solían llamar rebeldes. Hablaba poco o nada con mis padres, jamás les contaba lo que me pasaba y me costaba relacionarme con los de mi edad. Desde mis 13 años, mi mente solo giraba en torno a encontrar el “amor de mi vida”, soñando con una historia de película… como si buscara afuera lo que me hacía falta dentro de mí.

Los problemas en casa me llevaron a refugiarme en mi primer amor, y todo desencadenó en un embarazo a mis 15 años. Fueron momentos muy difíciles para mí y mi familia. Mi hija nació apenas tres días después de que cumplí 16, y poco después su padre se fue. En ese momento lo único que pude hacer fue sepultar aún más mi tristeza y dolor, sacar fuerzas de donde no las tenía y levantarme para salir adelante junto a ella.
Con el tiempo y el apoyo de mi familia logré terminar mis estudios, ascender en diferentes empleos y alcanzar muchas de las metas que me proponía. Sin embargo, dentro de mí aún quedaban heridas abiertas, recuerdos dolorosos que escondía detrás de una máscara de rudeza, disciplina y trabajo duro.

A mis 33 años, después de tener a mi segundo hijo, me encontré agotada de mi vida. Tenía lo que muchos considerarían suficiente: una familia hermosa, un buen trabajo y estabilidad económica. Pero nada de eso llenaba el vacío que sentía por dentro. Busqué respuestas cambiando de trabajo, en diferentes prácticas religiosas o en charlas motivacionales que me levantaban un par de horas… pero todo volvía a sentirse igual de vacío.

Hasta que llegó el coaching a mi vida. Descubrí herramientas poderosas que me ayudaron a sanar, a reconocer mi valor, a fortalecer mi amor propio y a encontrar propósito en lo que hago. Aprendí a abrazar a mi niña interior, a sanar a esa adolescente dolida e incomprendida, y a reconectarme conmigo desde un lugar de amor y autenticidad.
Hoy, después de mi proceso, tengo un profundo deseo en el corazón: entregar este regalo al mundo. Quiero acompañar a padres y madres en su propio camino de sanación, para que puedan ser esa guía amorosa y consciente que sus hijos adolescentes necesitan.

No estoy aquí para decirte cómo educar a tu hijo o hija adolescente. Estoy aquí para caminar a tu lado, ayudarte a sanar y a descubrir que cuando papá y mamá se transforman, los hijos también florecen.