Cuando me casé, los primeros meses viví mucha confusión, ataques de pánico que ocultaba. Empecé a padecer ansiedad, no hablaba de eso con nadie, no buscaba ayuda porque creía que pasaría pronto pero, poco a poco me fui consumiendo. Me preguntaba: "¿Cómo no iba a poder sostener mi relación?". Nunca vi que mis padres buscaran ayuda; ellos me enseñaron a ser independiente, fuerte, y saber que necesitar ayuda era como decirme que era un fracaso, o al menos esa era la historia en mi cabeza. Así que todo eso se fue convirtiendo en amargura y dolor constante. No disfrutaba mi vida, ni el lugar donde vivía, ni nada de lo que me rodeaba, llena de problemas y con un matrimonio donde la infidelidad se hizo presente a menudo.

Toqué fondo, y es que en mi infancia me había hecho cargo de tantas cosas. Había recibido golpes y maltrato físico por parte de mi padre y mi madre de crianza, y el estar con un hombre que no me golpeara físicamente y que no me hablara de la misma forma que mis padres habían hecho antes conmigo, para mí ya era mucha suerte. Sin embargo, sus palabras también me lastimaban, sobre todo cuando me juzgaba o hacía comentarios hirientes que, si bien no eran altisonantes, eran bastante lastimosos.

Un día no aguanté más y decidí que era tiempo de bajar mis barreras, ser vulnerable y busqué ayuda. Así comenzó mi camino de regreso a mi amor propio, a la libertad y mi paz. Hoy me gusta ayudar a esas personas que desde muy niños nos enseñaron a ser adultos, y que la vida nos muestra que todo ese peso tiene consecuencias en nuestra adultez llena de juicios y exigencias hacia nosotros mismos, de sentir falta de merecimiento, falta de amor propio, y la vida pareciera una subida cuesta arriba donde parece que ya no logramos avanzar más.

Me encantaría ayudarte a sanar las partes rotas en tu corazón que te impiden ser tu mejor versión y tener una vida de amor a ti mismo y la libertad de ser auténticamente TÚ.