Hoy me ves como una mujer amorosa, que se ama, se respeta y cree profundamente en sí misma. Una mujer real, con ganas de comerse el mundo, de escuchar, de acompañar y de inspirar a otros desde el corazón. Pero no siempre fue así.

Durante mucho tiempo, me escondí. Ser yo misma era mi mayor anhelo, pero el miedo me paralizaba. Cada vez que lo intentaba, los comentarios, comparaciones y críticas de otros me nublaban… y me hacían sentir pequeña, indefensa e insegura. Cuando quería elevar mi voz, me opacaban. Así aprendí a callarme y a esconderme. Llegué a pensar que no merecía nada bueno. Sentía que la vida me había quedado grande, porque todo me costaba; cada etapa era una crisis —enorme— que no sabía cómo afrontar. No creía en mí ni en mis capacidades.

Todo esto empezó con momentos de bullying que viví durante mi infancia y adolescencia. Me comparaban constantemente con mi hermana gemela —profesores, compañeras—, criticaban mi cuerpo, y esas palabras se fueron quedando en mí. Les di tanto peso que terminé creyéndome ese cuento. Me autosaboteaba, me criticaba sin compasión. Me hice autobullying durante años, y eso apagó por completo mi autoestima y amor propio. Hubo momentos muy oscuros, donde incluso deseé no seguir viviendo. Me sentía demasiado sensible, y me hicieron creer que había algo mal en mí por sentir tanto.

Intenté salir adelante muchas veces: cambié cinco veces de colegio, empecé arquitectura, luego ingeniería mecánica, pero nada parecía encajar. Me comparaba con mi hermana porque tenía pareja y yo no. Pensé que nunca me enamoraría… hasta que lo hice, y tras nueve años, terminé separándome sin haberme casado. Me fui de mi país más de una vez creyendo que el cambio externo sería la solución, que en otro lugar podría ser yo y empezar de nuevo. Fueron un sinfín de eventos que me marcaron… pero también me transformaron.

Gracias a ellos entendí que el tiempo, los años, las caídas y también los momentos de alegría son los que van moldeando nuestro carácter, nuestro corazón y nuestra humanidad. Nos abren a nuestra parte más tierna, más amorosa, más espiritual. Sé que atravesar por experiencias así duele, y puede llevarnos a la ansiedad, la tristeza o la confusión profunda. Si estás ahí, quiero que sepas que te entiendo. Porque, como puedes ver, yo estuve ahí. Lo viví en mi propia piel. Pero hoy, desde este otro lugar, me atrevo a decirte con certeza y convicción que, cuando tú cambias, todo cambia. Cuando de verdad decidí mirar hacia adentro, empecé un proceso profundo de sanación, de autoconocimiento y reconexión conmigo misma. No fue de la noche a la mañana, pero poco a poco fui reencontrándome con esa Naty que siempre estuvo ahí, esperando ser abrazada.

Descubrí que mi sensibilidad no era un defecto, sino un don. Que mis heridas no me definían, pero sí podían transformarse en fuerza y en guía para otros. Y así, comencé a reconstruirme desde el amor.
Hoy, desde ese camino recorrido, acompaño a otras personas que, como yo, han sentido que no encajan, que han perdido la fe en sí mismas o que están atravesando procesos de transformación y búsqueda interior.

Soy coach de vida y terapeuta holística, y mi propósito es recordarte quién eres TÚ. Estoy aquí para ayudarte a soltar lo que ya no eres, reconectar con tu esencia y vivir una vida más libre, más plena y más tú. Porque si algo he aprendido en este viaje, es que cuando te permites ser tú, de verdad, la vida se abre de una forma que nunca imaginaste.