Durante gran parte de mi vida, experimenté la sensación de no ser suficiente. Pasaba el tiempo admirando a otros, anhelando ser como ellos, pero mis propios pensamientos se convirtieron en un verdugo que me azotaba, haciéndome creer que ciertos objetivos eran inalcanzables para mí.

Cuando me miraba al espejo, sentía odio hacia mí misma. Mi autoestima y valía estaban por los suelos. Creía que esa era mi verdadera identidad: una mujer sin carácter, siempre tratando de complacer a los demás para encajar. Por fuera, aparentaba que todo estaba bien.

Incluso realicé algunos cambios en mi apariencia en un intento por sentirme más joven, pero el vacío espiritual persistía. Fue entonces cuando me di cuenta de que el problema no residía en mi físico, sino en la percepción que tenía de mí misma.

Comprendí que no podía abordar esto sola, así que pedí ayuda al Universo/Dios, y mi salvación se hizo presente. El coaching me brindó la guía necesaria para definir mi rumbo, cambiar el ciclo emocional en el que me encontraba, sanar y tomar el control de mi vida y propósito.